Pietro Ameglio
2 junio 2011
La Jornada-Morelos
La caminata sigue, será larga pero tenemos la esperanza que llegará a un punto donde al “levantar la vista veremos una tierra llamada libertad”. Hace pocas semanas la caminata de cuatro días fue para visibilizar a los 40 mil muertos y a los más de 3 mil desaparecidos que existen en nuestro país a raíz de esta guerra atroz hecha en nuestro nombre sin nuestro más mínimo consenso. Ahora caminaremos para encontrarnos todas y todos, como sociedad civil, y comprometernos juntos en una serie de acciones por la paz con justicia y dignidad. Antes fuimos al centro de la historia y el poder de México, ahora vamos al centro del dolor, la impunidad y la guerra: Ciudad Juárez, con la esperanza que sea también el punto de despegue de una nueva lucha civil y pacífica que detenga !Ya! esta guerra.
Actualmente, en México, la sociedad civil se ha ido convirtiendo cada vez más en un actor central activo en el proceso de violencia social que la atraviesa y que le han instalado desde arriba. Dejó de ser un “daño colateral” o un actor pasivo –a veces hasta cómplice. Como sociedad, ya no queremos poner los muertos, pero tampoco queremos que haya más muertos de ningún bando. ¿En qué contexto se dan estas muertes? Entre muchas cosas, hay un enfrentamiento entre dos modelos sociales de seguridad muy diferentes que estas recientes movilizaciones masivas, a raíz de la convocatoria de Javier Sicilia, han “desnudado públicamente”: una “paz armada” o “paz con justicia y dignidad.”
En Juárez queremos, las organizaciones e individuos de la sociedad civil nacional junto a todas las representaciones internacionales que nos acompañen, firmar un Pacto Ciudadano, ya presentado en su texto base el 8 de mayo en el zócalo capitalino, y enriquecido con la aportación ciudadana en estas semanas previas al 10 de junio. La palabra pacto es ambigua, especialmente en nuestro país con tantas experiencias negativas al respecto, la última de la cuales justamente se rehace a Juárez con “Todos somos Juárez”, trágica profecía para la nación desde el poder. Este término tiene su origen en el latín “pax”, de donde viene “paz”, pero, en las teorías de la paz, corresponde a la llamada “pax romana”, la paz del statu quo -que todo siga igual-, del imperio que busca pacificar sus dominios a partir del derecho y el ejército. Esta es la ”pax britannica”, la ”pax porfirista”, la ”pax neoliberal”. En muchas teorías se define como una idea “negativa” de paz asociada al concepto de que “la paz es la ausencia de guerra”, se trata de la llamada ”paz armada”, que promueve el uso de la fuerza material bélica para evitar precisa y paradójicamente, la guerra.
Pero esta no es la concepción que hay detrás del Pacto Ciudadano que Javier Sicilia y el movimiento por la paz con justicia y dignidad está promoviendo para arrancar en Juárez, sino todo lo contrario. La propuesta central es precisamente detener esta ”paz armada” militarista y construir juntas y juntos otro tipo de paz: “con justicia y dignidad”. La paz debe tener siempre un apellido, sino se puede fácilmente convertir en un absoluto ilusorio y fundamentalista. Muchas tradiciones han apuntado que sin justicia (social y legal) y dignidad (en este caso empezando para las víctimas de la guerra) no puede existir la paz. A la vez, la forma y contenido de esta paz tienen un tiempo y espacio determinados: no es la misma construcción de paz en Juárez, en el DF, en Cuernavaca o en Afganistán.
Esta concepción de paz no es pasiva ni usa la violencia, sino que se basa en la idea gandhiana de “humanizar al adversario” (conociendo mejor el proceso constituyente de su identidad), la judeo-cristiana del shalom (no explotar al otro, reequilibrar las desigualdades económicas, sociales) y el principio humanista de “no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a tí”. La famosa frase de Gandhi de ”no hay camino para la paz, la paz es el camino” nos lleva a otra idea central del mismo Mahatma sobre este tipo de paz que la sociedad civil mexicana lucha ahora por instalar en su territorio: “entre los medios y el fin hay una relación tan estrecha como entre un árbol y una semilla, de una semilla podrida no pude nacer un buen árbol…los medios ya son un fin en sí mismos”. O sea, el fin no justifica los medios, todo lo opuesto a la concepción básica de la ”paz armada”: para lograr esa paz puedo bombardear, matar, violar derechos humanos o militarizar el orden social.
En el proceso de construcción civil de la caminata del 5 al 8 de mayo, uno de los obstáculos epistémicos o culturales mayores fue la concepción de ”silencio” que Javier buscó imprimir a la marcha, buscando aclarar que éste se refería a una forma activa y radical de lucha ante tanto ”dolor indecible”. En esta nueva etapa el concepto que ha creado divergencias es el de “dialogar (con las autoridades)”. Se entiende bien este rechazo y desconfianza de muchos sectores sociales por las innumerables malas experiencias recientes e históricas al respecto en México, por eso se ha aclarado mucho, tomando en cuenta sobre todo las posturas de la gente comprometida de Juárez y Chihuahua, que el primer diálogo necesario es entre la ciudadanía y se formalizará el 10 de junio. Será una forma de fortalecernos –en la reflexión colectiva y la fuerza material de masas- para así ejercer mayor presión social por la paz con justicia y dignidad. Hacia las autoridades hay un mandato, una exigencia.
Pero es también evidente que la paz debemos construirla entre todos los sectores sociales, y esa ha sido una de las características históricamente originales de este movimiento hasta ahora –en la mayor parte gracias a Javier Sicilia y su identidad social-, donde al menos en el ¡Alto a la Guerra-Estamos hasta la madre! han coincidido desde la derecha hasta la izquierda, incluso en sus extremos. Un inicio de paz verdadero y real –indica un principio de realidad- no va a venir sólo de un lado, eso traería sólo una mayor polarización y espiral de violencia. Pero también es cierto que no puede haber diálogo, co-operación (como diría Piaget) si no es ”entre iguales…con un respeto mutuo”, algo que no existe actualmente en nuestro país entre la sociedad civil y las autoridades, por ello es claro que antes de dialogar debemos construir una fuerza social capaz de exigir a la autoridad de veras para buscar juntos otro modelo económico, de justicia, social y de paz para nuestro país.
Los ejes 1 y 2 del Pacto, por los que nace precisamente este movimiento, apuntan directamente al tema de la ”paz con justicia y dignidad”: solución inmediata (en un máximo de 3 meses) a 8 casos emblemáticos de brutal asesinato (la mitad de ellos masacres) e impunidad recientes en nuestro país como una forma concreta de avanzar ¡ya! en el terreno de la justicia. También, en el terreno de la dignidad, se propone en todos los rincones del país el rescate de la memoria, historia, rostros de los muertos y desaparecidos en forma pública y abierta.
El 2o. punto exige discutir públicamente, pudiendo incluso llegarse a un gran plebiscito o referéndum nacional, este modelo de la militarización y guerra al delito, que sólo ha aumentado las muertes, el dolor, la impunidad, la corrupción, la violación a cualquier derecho humano, la catástrofe económica y social en innumerables regiones, en suma, como sostiene Sicilia “la destrucción del tejido social de la nación”. La autoridad no puede decidir sola sobre la vida o muerte de sus ciudadanos, ese poder está en la población organizada y no se delega, por ello nos organizaremos en barrios, comunidades, colonias, lugares de trabajo o estudio, espacios culturales, para construir y demostrar públicamente (en un Encuentro Nacional) que ya existen otros modelos de seguridad ciudadana en nuestro país y en otros lados, que no ponen su prioridad en la violencia y las armas. En particular, en México, tendremos que preguntarle cómo lo han logrado a dos experiencias importantes como son las de la policía comunitaria de Guerrero y de las comunidades autónomas de Chiapas, dos territorios nacionales donde se puede afirmar que la droga y el delito no mandan.
A su vez, los otros cuatro ejes del Pacto, complementan a estos dos primeros, y son igual de importantes, pues apuntan a una reforma política nacional urgente, que será la base para evitar que avance legalmente este proceso de guerra e impunidad en todo sentido, y ya no haya más muertos que agregar a tanto dolor nacional. Con particular énfasis en detener la actual propuesta de Ley de Seguridad Nacional.
¿Qué significa entonces la caravana a Juárez del 4 al 10 de junio, por qué hay que tratar de ir los más posibles u organizar algo similar en nuestras comunidades en esa fecha tan simbólica y dolida para México desde el jueves de Corpus del 71, con la masacre de los halcones paramilitares? Es una etapa, una vuelta de tuerca, en esta nueva lucha de resistencia civil y pacífica, noviolenta, que una parte importante de la reserva moral mexicana ha decidido emprender en primera persona, no delegando su poder en otros sino asumiéndolo directamente como en las juntas de buen gobierno del sureste, con el objetivo central que es detener la espiral de la violencia bélica en México, para que no haya más muertos ni desaparecidos, que no haya más impunidad y sí justicia inmediata, a partir de que la paz se construye de abajo hacia arriba desde la sociedad civil activa y organizada.
Los más amplios sectores de la sociedad civil mexicana queremos empezar a hablar menos de la guerra y más de la paz y la justicia, pero en concreto y ¡ya!. En el terreno de la resistencia civil estamos en la frontera entre la co-operación y la no-cooperación, tocará a la reflexión y acción colectiva de todas y todos, incluidas las autoridades, decidir hacia dónde empujar la lucha, pero sin duda ésta va a seguir.
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