domingo, 15 de julio de 2012

La legalidad del proceso electoral - Desde la Fe

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El proceso electoral no termina el día de las elecciones. Una vez que se hace el recuento de los votos y se indica el resultado de los mismos, la ley tiene previsto un tiempo de aclaraciones o impugnaciones por parte de los contendientes, que finalmente deberán ser resueltas y juzgadas por el Tribunal Federal Electoral (Trife).
A nadie debe extrañar que alguno de los institutos políticos o candidatos exprese sus inconformidades, siempre y cuando se haga en estricto apego a las leyes que nos rigen, observando los tiempos y las formas. Los partidos y los candidatos a todos los puestos de elección popular deben saber aceptar la decisión de los ciudadanos expresada en las urnas y, en caso de irregularidades, deben también aceptar la participación de las instituciones que hemos creado para dar certidumbre a nuestra vida democrática.
Han pasado ya dos semanas desde el día de las elecciones. Tenemos un claro ganador en las urnas, pero hay también una serie de inconformidades de distintas magnitudes que vale la pena considerar en orden a mejorar nuestra democracia. Debemos aprender a escuchar la voz de los ciudadanos y, al mismo tiempo, la voz de las instituciones.
Cuando se respetan ambas realidades de la vida democrática, no debe haber temores de parte de nadie: los ciudadanos marcan un rumbo al país, las instituciones garantizan y consolidan la legalidad de los hechos, más aún, son las instancias creadas para tal fin las que deben revisar el proceso y corregir lo que sea necesario, de acuerdo a lo que marcan las leyes. Nadie puede ignorar, ante las irregularidades cometidas, que nuestra democracia no tiene todavía la calidad y la solidez que todos quisiéramos.
Quien tome oficialmente la responsabilidad de gobierno, una vez recibida la constancia de Presidente Electo, debe evitar un inoportuno triunfalismo que sólo puede provocar una mayor división en nuestra inconforme sociedad; debe buscar con entereza una actitud de humildad y de apertura, y expresar respeto hacia todas las fuerzas políticas y sociales del país. Los tiempos de México son tiempos de pluralismo y de participación ciudadana; son tiempos de rendición de cuentas y de transparencia en la administración pública. No se puede regresar al autoritarismo y opacidad de otras épocas; no es éste el mandato ciudadano manifestado en la pluralidad y diversificación del voto.
La mayor preocupación del nuevo gobierno ha de ser consolidar lo que hemos avanzado en materia de estabilidad económica y seguridad social. Ha de mejorar el combate al crimen organizado y encontrar nuevos esquemas de desarrollo, sobre todo, para una más justa distribución de la riqueza. Urgentemente ha de buscar elevar la calidad educativa, cada vez más rezagada, y erradicar la corrupción en todos los niveles.
Y es que, cuando un gobierno pone delante el interés y compromiso con todos los ciudadanos, superando el clientelismo y partidismo político, se gana el respeto de todos.

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