Solidaridad con Arregi de Comunidades Populares, Herria 2000 Eliza y Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria
Félix Placer, 17 de Julio de 2010
Religión Digital
“La Iglesia necesita de voces como la suya”
Tiene derecho a permanecer en su tierra y a expresarse con libertad evangélica como cristiano y como teólogo. Exigimos, por tanto, que sea respetada su decisión de caminar con los pobres allá donde él decida (Félix Placer).
En su escrito del 17 de junio titulado Pido la palabra, Joxe Arregi da a conocer su grave y meditada decisión de no acatar las órdenes de su obispo, Monseñor Munilla, que le obligan al silenciamiento total o destierro, una vez terminado el plazo de la sanción impuesta por su antecesor Monseñor Uriarte.
Aunque no nos posicionamos en aquel momento, la medida que se le impuso a Joxe Arregi en la víspera de Nochebuena de 2009 nos pareció un grave atentado contra la libertad de expresión. Su fecunda producción teológica, sus reflexiones semanales, sus intervenciones en múltiples foros acreditan las cualidades de este franciscano teólogo: rigor en la investigación, servicio a la Verdad revelada, fidelidad a la Iglesia, voz honesta y crítica para liberar a esta institución de los obstáculos en su labor evangelizadora.
Esa, y no otra, fue la preocupación que le movió a exponer su punto de vista respecto al nombramiento de José Ignacio Munilla como obispo de Donostia. Aunque sólo expresaba su punto de vista personal, eran muchas las personas que compartíamos la denuncia y valoración que Joxe Arregi se atrevió a exponer.
La jerarquía diocesana no valoró ni reconoció la audacia evangélica que aquella reflexión suponía. Por el contrario, la medida de silenciamiento que le impuso Monseñor Uriarte perseguía al mensajero y callaba temporalmente al profeta.
Consideramos aquella sanción como un castigo injusto que no se correspondía con la intencionalidad evangélica que motivó la actuación de Arregi; prevalecieron los intereses institucionales sobre el derecho a una libertad de expresión apoyada en fundamentadas pruebas.
Joxe Arregi ha cumplido la injusta sanción que le fue impuesta. Según refiere su texto aludido del 17 de junio, para Monseñor Munilla aquella medida es insuficiente. Ahora apremia a los superiores franciscanos a que lo sometan a un silencio definitivo o que, “como medida de gracia”, lo envíen a América para que allí trabaje con los pobres.
Consideramos esta nueva medida episcopal un atropello todavía mayor que el anterior. Joxe Arregi tiene derecho a permanecer en su tierra y a expresarse con libertad evangélica como cristiano y como teólogo. Compartiendo las razones en las que fundamenta su decisión, pensamos que la Iglesia necesita de voces, como la suya, que practiquen el ejercicio de la crítica sanadora y la interpretación de la fe con sentido espiritual y comprometido.
Exigimos, por tanto, que sea respetada su decisión de caminar con los pobres allá donde él decida. Para ello no hace falta desterrarlo; también en Euskal Herria existen, por desgracia, pobres y oprimidos que necesitan de creyentes que caminen a su lado en la búsqueda de un mundo más justo y fraterno.
Ante la firme y meditada voluntad de Joxe Arregi de seguir hablando con libertad aquí, nosotros nos solidarizamos con su valiente decisión, apoyada en la esperanza y audacia del Espíritu, y que nos enriquece y anima a todos. Pedimos a las jerarquías eclesiásticas que no vean en su gesto un desafío al poder sino un servicio a la Verdad, que escuchen, en esta Iglesia tan reseca por posicionamientos conservadores y autoritarismos jerárquicos, al espíritu profético que tanto necesitamos como agua limpia y cristalina y que es uno de los carismas que reconocemos y agradecemos en nuestro hermano y compañero Joxe Arregi.
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