Columna Incómoda. La enfermedad de Calderón SDP Noticias
Alexia Barrios G.
@alexiabarriosg
2011-10-10
El pasado 7 de octubre, Felipe Calderón, evidenció, en toda su dimensión, la enfermedad que lo tiene enloquecido: su obsesión para impedir que el PRI o Andrés Manuel López Obrador ganen en las elecciones del 2012.
Calderón se explayó a gusto en el Foro ``México 2011: La Transformación desde Abajo``, y aseguró al jefe de la Oficina de la Revista ``The Economist``, Tom Wainwright, en relación a cómo ve la sucesión presidencial:
“Te voy a hablar cómo veo la campaña: un candidato que parece que es invencible… Un partido que ya se asume como el ganador inefable... Un proceso interno en el PAN realmente democrático e incierto en su resultado y… Finalmente, el resultado es totalmente diferente a lo que la gente pensaba…”
Hasta ahí, quedaba claro que, se refería a Enrique Peña Nieto, al PRI y a que en el PAN, no importa quién sea el más popular en las encuestas, sino quién tiene el control de los delegados del partido albiazul, y en este caso, su estrategia está dirigida a que su “tapado” está trabajando para obtener el mayor número de delegaciones, situación que por ahora está vislumbrando sólo a Ernesto Cordero (porque Santiago Creel está desfondado y Josefina Vázquez Mota, sólo trabaja hacia fuera el partido).
Pero luego vino una afirmación temeraria, la cual arrancó risas de los asistentes:
“Estoy hablando de la campaña de 2006``.
Es decir, sus dichos se referían a Andrés Manuel López Obrador y al PRD, candidato y partido “inefable”; y a Santiago Creel, quien en ese año era el más popular y con mayor intención de voto de los aspirantes panistas, pero que al trabajar muy poco hacia el interior de su partido “democrático” (a estilo estadounidense), quedó fuera.
Pero, ¿Qué quiso decir Calderón al equiparar el escenario 2006 con el escenario 2012 de la sucesión presidencial?
Uno, que los poderes fácticos de la economía nacional y transnacional, como consta en testimonios, invertirán recursos para evitar que el PRI o AMLO tomen el poder presidencial.
El foro de The Economist, el videotestimonio transmitido ampliamente en todas las televisoras con todo y las risas grabadas, nos indica que la ofensiva tiene bandera verde. Así que en los próximos días, esos grandes capitales, habrán de comenzar a moverse para financiar hasta lo imposible.
Dos, que el equipamiento institucional electoral de nuestro país (léase IFE, TEPJF, fiscalía electoral de la PGR), como en el 2006, operará no en función de la democracia, sino en función de impedir que dos prospectos puedan ganar (y aunque muchos se enojen por ponerlos juntos, la obsesión de Calderón sólo tiene dos nombres: Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador).
Ello incluye que Calderón opere con los “infiltrados” en los equipos y partidos de ambos prospectos, que coadyuven a su estrategia y los desgaste, los divida y confronte. No es descabellado, en este punto, que la tesis de esta columnista sobre el “Plan Beltrones” o “gobierno de Coalición” (que operan desde el Senado de la República, pues en la Cámara de Diputados los peñistas les han cerrado el paso) esté enfocada al mismo objetivo.
Tres, como ocurrió en el 2006, la estrategia del despacho de Antonio Solá de “campañas sucias”, “campañas de miedo” y “campañas de alineamiento” forzado de periodistas y medios, se desatarán como nunca contra las figuras que obsesionan a Calderón y a su partido.
Así que la campaña de lodo y caca estará a la orden del día. Y nadie descarta que busquen acciones de alto impacto mediático para crear la atmósfera enrarecida donde la ultraderecha sabe moverse muy bien, como ha ocurrido en otros países.
Cuatro, recordando los cables de Wikileads, los gobiernos extranjeros de derecha habrán de estar atentos al proceso electoral mexicano. Los grupos ultraderechistas de Los Estados Unidos, estarán pendientes para evitar que sus buenos negocios con el modelo de gobierno del PAN se vean rotos.
Y cinco, anotando la forma en que Elba Esther Gordillo negoció su apoyo en Michoacán a Cocoa Calderón, es previsible que además del PANAL-SNTE, los demás grupos de poder del Status Quo regresen sus apoyos a Calderón y a su partido.
Así las cosas, la enfermedad de Calderón, obsesiva y compulsiva contra dos de los presidenciables, sumado al control que tiene de los recursos públicos (donde Ernesto Cordero es quien tiene a sus alfiles al frente del gabinete económico) y a la descomposición del ambiente por la narcoviolencia, es un caldo de cultivo poco amable para todos los que vivimos en este país que no aguantaría otro escenario similar o peor que el sucio proceso electoral de 2006.
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